Agro, recursos naturales y medio ambiente: ejes de una campaña definitoria para Brasil y la región

Por Leticia González*

 

El sector agrario de Brasil es, sin duda, un sector con importancia superlativa. Colocado en el puesto 5 entre los principales exportadores de productos agropecuarios a nivel mundial, con un 5% de las exportaciones, Brasil es además el primer exportador agropecuario en términos netos, ya que, a diferencia de los demás países que ocupan los primero puestos en el ranking de exportadores, no importa alimentos. Es decir, Brasil produce suficientes alimentos para abastecer su mercado interno y también al resto del mundo.

Este peso económico tiene su traducción en términos políticos y electorales, lo que explica por qué todos los candidatos a Presidente de la República en las elecciones de este octubre han sentado su posición en torno de la agricultura, los recursos naturales y el medio ambiente.

De acuerdo con los datos del censo agropecuario brasileño de 2017, más de 15 millones de personas trabajan en los casi 5,1 millones de establecimientos agropecuarios que se encuentran distribuidos a lo largo y ancho del país. Ello representa un para nada despreciable 10,5% del electorado, porcentaje que se compone, en su mayoría, de hombres blancos o pardos, de entre 30 y 60 años, con bajos niveles de educación formal. La mayoría de estos trabajadores rurales se concentran en los Estados del Nordeste, donde las explotaciones son más pequeñas y están encargadas de producir los alimentos que abastecen al mercado interno. Muchos de estos productores, además, no son dueños de sus tierras. Recordemos: es en esta zona donde ha crecido y ganado fuerza el Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierras (MST), al que referiremos –tal como han referido los candidatos– un poco más adelante. El centro y el sur, por el contrario, concentran una menor cantidad de productores, pero con explotaciones más grandes y con producciones orientadas en su mayoría al mercado externo. Es allí donde se producen la mayor cantidad de la soja, el azúcar y el café, que constituyen los principales productos de exportación de Brasil.

El sector agropecuario –o al menos la parte de él que representa al sur y al centro latifundista y agroexportador– está además organizado en las cámaras del poder legislativo, en una de las bancadas más importantes del Congreso Nacional: el Frente Parlamentario Agrario (FPA). Este frente fue creado en 2015 con la firma de 198 diputados y 27 senadores, provenientes de 18 partidos políticos. En la actualidad es conducido por la Diputada Federal por Mato Grosso do Sul, Tereza Cristina (Partido Demócrata) y dice reunir a 261 diputados federales y senadores: es decir, más de la mayoría absoluta exigida para legislar en algunas materias.

Todos estos elementos han hecho del sector agropecuario un objetivo claro y clave de los discursos de campaña de todos los candidatos a Presidente. Así, las propuestas de campaña se han orientado, en todos los casos, a generar mejores condiciones para la producción agropecuaria, que permita incrementar la productividad e incrementar los ingresos por el comercio de estos bienes en el mercado mundial. Sin embargo, los dos candidatos que han superado la primera vuelta electoral –Jair Bolsonaro y Fernando Haddad– presentan estrategias bien diferentes para promover este tipo de mejoras en el sector.

Jair Bolsonaro ha basado su campaña para el campo –tal como su campaña en general– en las ideas de seguridad y propiedad privada. Postulando que un buen Estado es aquel que no interviene en la vida de aquellos que quieren producir, sus principales declaraciones para el sector han girado en torno de la posibilidad de armar a los campesinos (“en lo que dependa de mí, todo hombre de campo tendrá un fusil”) y de defender la propiedad de la tierra. Es por ello que ha calificado de criminales y terroristas las acciones del MST –uno de los grandes aliados del PT–, con su estrategia de ocupación de tierras para alcanzar la expropiación y su consigna de que la tierra es de quien la trabaja.

Con este discurso ha recorrido ferias, reuniones de productores y toda clase de eventos de las que participaron productores agrícolas en el interior del país, pero particularmente en la zona del sur y del centro, latifundista y agroexportadora.

Ello no significa que no hayan estado presentes en sus propuestas algunas consideraciones generales en torno de los tres principales problemas que identifica el sector para incrementar la productividad y mejorar las condiciones de comercialización: infraestructura, transporte y logística. Ello pese a que muchos de sus detractores han señalado que Bolsonaro no ha realizado propuestas concretas en torno de estas problemáticas porque no las conoce a fondo.

A ello ha sumado otras propuestas más concretas, que se vinculan con el medio ambiente pero que tienen amplio impacto en la producción agrícola. La principal de ellas es la de retirar a Brasil del Acuerdo de Paris, tal como hizo Trump en los Estados Unidos, ambos basados en una postura escéptica frente al cambio climático. Para el caso de Brasil, el principal compromiso asumido en el marco de este acuerdo se vincula con frenar la deforestación de la Amazonia con el objetivo de reducir un 43% las emisiones de gases del efecto invernadero para el 2030.

A nivel interno, la propuesta más importante es la fusión del Ministerio de Medio Ambiente con el de Agricultura, que implicaría subsumir todas las cuestiones ambientales a cuestiones ligadas exclusivamente con la productividad del sector agropecuario. A ello se sumaría el desmantelamiento del Instituto Brasileño de Medio Ambiente y Recursos Naturales Renovables (IBAMA) y del Instituto Chico Mendes de Conservación de la Biodiversidad (ICMBio), las dos principales instituciones encargadas del control de los recursos naturales de Brasil (en especial de la selva Amazónica) y con poder de policía para multar a quienes realizan desmontes ilegales. Estas propuestas van a tono con las ideas de Bolsonaro de limitar lo que denomina la industria de las multas y luchar contra una política ambientalista “estrecha” en pos de incrementar la productividad agrícola.

Este discurso ha generado alarma por un posible incremento de la deforestación ilegal, en especial en la selva Amazónica, de la que Brasil posee un 60% y que ya se encuentra amenazada por las actividades agropecuarias. Algunos de los detractores de estas políticas incluso han llegado a advertir de posibles repercusiones negativas para los agroexportadores derivadas del posible cierre de mercados por la producción bajo condiciones negativas para el ambiente.

Todo ello se pliega al objetivo de Bolsonaro de reducir las áreas protegidas que ocupan las comunidades indígenas del país, la mayoría de las cuales se encuentran ubicadas en la Amazonia. De vencer en las elecciones, afirma, las reservas indígenas y quilombolas no tendrán “ni un centímetro más” en el país, al tiempo que asevera que los indígenas desean ser “gente como la gente” y que van a ser integrados a la sociedad. De esta forma, no sólo desconoce la actividad de larga data de grupos ligados a las comunidades indígenas sino además da por tierra con una política activa del Estado brasileño en torno de la protección de estos grupos.

Las propuestas de Haddad, por su parte, se asientan en la necesidad de expandir y fortalecer la agricultura familiar, aunque afirma también la necesidad de apoyar el agronegocio.

En términos productivos, el fortalecimiento de la agricultura familiar se basa, en su plataforma, en la continuidad de la Reforma Agraria –que en términos discursivos también está presente en la plataforma de Bolsonaro, pese a que no presenta propuestas en este sentido– y en mejoras de los predios, como por ejemplo el fomento a la adopción de tecnologías de riego para las áreas áridas y semiáridas. Desde su punto de vista, es necesario expandir la producción agrícola familiar hacia nuevos territorios hoy no utilizados, para evitar, entre otras cosas, la presión inmobiliaria sobre terrenos hoy no productivos. Asimismo, propone desarrollar estrategias como la adopción de nuevas tecnologías más amigables con el ambiente, que den lugar a un tipo de producción agrícola con bajo impacto ambiental.

En términos comerciales, propone como estrategia para consolidar el modelo de la agricultura familiar la promoción del consumo de alimentos orgánicos, destacando como tema de particular interés en su plataforma la alimentación saludable. Cabe señalar que esta iniciativa de Haddad va en línea con las acciones desarrolladas durante su gestión como Alcalde de San Pablo, en la que se generaron articulaciones con los productores del MST para promover la introducción de alimentos orgánicos en las dietas de los estudiantes de escuelas municipales.

En términos sociales, para los movimientos sociales del sector de la agricultura familiar (como el MST y los grupos indígenas y quilombolas, que Bolsonaro propone combatir), Haddad propone asegurar sus derechos territoriales y mediar en los conflictos socioambientales en los que vienen jugando fuerte estos movimientos.

En términos ambientales, la reducción de la deforestación, la adopción de energías renovables y la limitación al avance de la frontera agrícola aparecen como ejes centrales. En contraposición al discurso de Bolsonaro, el mantenimiento de las obligaciones asumidas en el marco del Acuerdo de París es la estrategia demarcada por Haddad. A ello suma la valorización y la conservación de biomas, en particular la Amazonia, en tanto reserva de agua y biodiversidad pero también en tanto ámbito de diversidad cultural. Junto con ello también aparece una de sus principales propuestas: crear un programa para la reducción del uso de agrotóxicos, como estrategia para mitigar los daños socioambientales que produce el agronegocio. El plan presentado se basa en la adopción de una serie de políticas fiscales “verdes” para estrategias de producción amigables con el ambiente.

Todas estas propuestas para el manejo de los recursos naturales y la defensa del medio ambiente se vinculan en su plataforma con una mejora en la calidad de vida de los brasileños, mientras que las propuestas para el fortalecimiento de la agricultura familiar están ligadas en su discurso con la generación de empleo y el mejoramiento de los programas sociales

En lo que respecta al acompañamiento l agronegocio, Haddad propone mejoras en los tres problemas centrales que identifica el propio sector y que ya ha sido mencionados: logística, transporte e infraestructura. Sin embargo, estas iniciativas van acompañadas de otras, que se alinean con lo que propone el candidato del PT para la agricultura familiar. En primer lugar, la ya mencionada reducción del uso de agrotóxicos, que va de la mano con la reforma fiscal “verde”. En segundo lugar, la promoción de estrategias de agregado de valor, que permitan incrementar los ingresos vía exportaciones.

Asimismo, propone realzar el lugar de la investigación en temáticas agropecuarias, de la mano del fortalecimiento de EMBRAPA, la empresa del Estado brasileño orientada a realizar investigaciones para la mejora de la producción del sector. Cabe señalar que en el gobierno de Temer, el presupuesto de EMBRAPA ha sido fuertemente recortado y, como consecuencia, se han visto limitadas sus tareas. Frente a ello, Bolsonaro muestra estrategias de continuidad con la política actual.

De esta forma, la propuesta de Haddad en torno del sector agropecuario va hacia el fortalecimiento para la convivencia de los dos modelos de producción agrícola hoy presentes en la región –el de la agricultura familiar y el de los agronegocios–, y no a la prevalencia de uno sobre el otro. Esta última opción es la que propone Bolsonaro, al no reconocer las diferentes realidades y necesidades que presentan uno y otro sector del agro. Ello va en línea de continuidad con las políticas de Temer de desaparición del Ministerio de Desarrollo Agrario, espacio de gobierno que estaba orientado específicamente a atender a la agricultura familiar. Este no reconocimiento de la división dentro de la estructura del agro se hace visible en las propuestas de Bolsonaro, pero queda más claramente expuesto en sus agradecimientos por la victoria obtenida en la primera vuelta electoral. Allí menciona al hombre de campo “ya sea del agronegocio o de la agricultura familiar”, en tanto sus propuestas, considera, son beneficiosas para ambos sectores.

Cierto es que las propuestas de Bolsonaro le granjearon el apoyo de aquel sector del agro representado por el FPA poco antes de la primera vuelta electoral, si bien algunos grandes empresarios del sector –e incluso algunos miembros del Frente– apoyaban a otros candidatos (con el tucano Geraldo Alckmin a la cabeza), lo que los llevó a calificar este apoyo de “apresurado”. La carta firmada por Tereza Cristina, sin embargo, establece claramente que Bolsonaro ha atendido “el clamor del sector productivo nacional, desde los emprendedores individuales a los pequeños agricultores y representantes de los grandes negocios”.  Así lo reafirma también el diputado del PSDB, Nilson Leitão, miembro del FPA que reconoce que Bolsonaro dice lo que los productores agropecuarios quieren oír.

De todos modos, el apoyo del Frente a la candidatura pareció basarse más en la polarización trazada por las encuestas entre Bolsonaro y el PT, ya que la mencionada carta retoma explícitamente el apoyo del FPA al proceso de impreachment de Dilma Roussef y el compromiso del bloque para evitar que asuman “candidatos ligados a esquemas de corrupción”. Ello explica también que el apoyo del FPA se haya dado sólo 5 días antes de la elección presidencial.

Al igual que ocurre con el apoyo a Bolsonaro, el apoyo a Haddad también está atravesado por la polarización con un candidato que, para los pequeños agricultores, representa “la bala, el jagunço, los terratenientes y los transgénicos”, tal como señaló la dirigente del MST Kelli Mafort,

Los resultados de la primera vuelta electoral ratifican esta división: el sur y el centro, mayormente latifundista y agroexportador (al que representa el FPA), ha apoyado ampliamente a Bolsonaro, mientras que el nordeste, regado de agricultores familiares y con fuerte presencia del MST, se han volcado por el candidato del PT.

En este escenario, una posible victoria de Bolsonaro garantiza la oposición de los movimientos sociales rurales. Frente a una posible victoria de Haddad, por su parte, subyace la pregunta por la gobernabilidad, en tanto se enfrenta al poderoso FPA que ha manifestado su claro apoyo a las políticas agrarias y medioambientales que promueve el candidato del PSL.

Con esta polarización clara, no sólo entre dos candidatos sino entre dos modelos de pensar el agro brasileño (y regional) la segunda vuelta en Brasil pone el juego el futuro del país y de la región en múltiples sentidos: el avance del agronegocio, con las consecuencias productivas, ambientales y sociales que genera, es uno de ellos.

 

* Licenciada en Ciencia Política (UBA). Doctoranda en UBA y becaria INTA.  Investigadora en Formación del CEAP.