Giovanni Sartori: una mirada desde el sur.

Por Pablo Alberto Bulcourf*

Hace apenas unos días, el pasado 4 de abril, falleció en Roma Giovanni Sartori indudablemente una de las figuras más destacadas de la ciencia política de los últimos 50 años, no solo en Italia, sino en el resto del mundo. Su legado ha sido enorme, tanto en su producción académica como en el papel que tuvo en la creación de instituciones vinculadas a la disciplina. A esto debemos agregar esa función de intelectual comprometido con su tiempo que ha caracterizado a varios de sus compatriotas como Norberto Bobbio; de ahí el carácter eminentemente cultural y político de sus legados.

Cierta tradición nos indica que cuando se produce la muerte de una persona considerada destacada en su ámbito comienzan a aparecer los recordatorios y homenajes, algo merecido por cierto. Hace unos años en la Argentina sucedió esto con el fallecimiento de Guillermo O´Donnell, lo que despertó además del reconocimiento a su legado, un interés especial por la historia de la disciplina en el país, por supuesto acompañada de las infructuosas discusiones por la herencia de un sitial que sería anacrónico plantearlo hoy en día, pero los politólogos ante todo somos personas, aunque le pese a más de uno. Como sostenía Wright Mills en su obra La imaginación sociológica debemos comprender la compleja relación entre “biografía e historia”.

Por esta razón es interesante darnos cuenta que todo intento de plantear una cuestión que pretende cierta “universalidad” en algún sentido está construida desde una condición particular, escrita en algún sitio bajo circunstancias específicas. La actividad humana es histórica porque es una producción cultural y esto no le quita mérito o valor, solo que reconociéndolo podemos construir una experiencia más reflexiva, característica que algunos consideramos esencial dentro del conocimiento científico y mucho más en el campo de las humanidades y las ciencias sociales.

Giovanni Sartori nació en Florencia en 1924, egresando de su querida universidad en 1946, o sea que creció y tuvo su formación básica durante el fascismo, esto expresa una vida muy particular, además de pasar por la II Guerra Mundial y ser una persona muy joven durante la reconstrucción de posguerra. Norberto Bobbio había nacido en Turín en 1909 en el seno de una familia acomodada perteneciente al fascismo, es más durante su juventud integró sus filas, pero posteriormente se pasó a la oposición integrando la resistencia, esto le produjo varias visitas a la prisión, no voluntarias por cierto.

Ambos profesores universitarios tuvieron un acercamiento muy temprano hacia el problema de la democracia, produciendo varios ensayos que reconstruían diferentes aristas, siempre vinculadas a la historia del pensamiento político por un lado, pero ancladas en la discusión cotidiana que expresaban las dificultades fácticas de su ejercicio. Es interesante ver como los estudios posteriores sobre sus obras hacen énfasis en distintos aspectos, posiblemente hablando tanto de ellas como del propio espacio y enfoque desde donde son abordadas. El problema entre socialismo y liberalismo fue central en el caballero turinés, de la misma forma que los aspectos teóricos y empíricos intentaban buscar una “fórmula operativa” en la campiña toscana. En 1957 aparecía Democracia e definizioni y 30 años después la versión inglesa de su segunda revisión ampliada bajo el título de Democratic Theory Revisited, con su versión en castellano de Alianza. Justo ese mismo año un artículo periodístico de Bobbio condensaba parte de sus discusiones “Las promesas incumplidas de la democracia” se hacía oír con fuerza a ambos lados del Atlántico. ¿Podríamos acaso analizar estos aportes en la Argentina por fuera del problema de la consolidación de nuestra  democracia? Este cuestionamiento está cruzado por el contrapunto entre lo universal y lo históricamente situado; entre la idea de una ciencia política con pretensión de construir alguna fórmula que exprese una gran teoría y el trabajo más ideográfico. Posiblemente la riqueza pueda provenir de algún diálogo, a veces forzado, entre las “mesas separadas” de las que daba cuenta Gabriel Almond con cierto tono de melancolía y tristeza.

Y hablando de teorías y sus status explicativos Sartori nos dio posiblemente el ejemplo más contundente de lo que Robert Merton denominaba una “teoría de alcance medio”; uno de sus aportes con mayor temple, su concepción sobre los sistemas de partidos, el famoso “modelo de Sartori”. Prácticamente ninguna obra posterior sobre esta temática ha dejado de hacerle referencia. La virtud del profesor de Florencia consistía en hacer confluir el criterio cuantitativo de responder cuántos partidos integran un sistema con aquel más cualitativo de poder ubicarlos en un espectro ideológico entre izquierda y derecha; pero el valor más grande se encontraba en los mecanismos que vinculaban ambas cuestiones. Pero ¿podemos aplicar este modelo sin algunos interrogantes que nos plantea frente al caso argentino? ¿Acaso se podría reconstruir la idea de ese espectro sin los aportes de algunos colegas para nuestra particular historia incluyendo la división entre “liberales” y “nacionalistas”? Un cuestionamiento no sólo válido para nosotros, sino como un planteo para la búsqueda del eje de gravitación de los posicionamientos de cada sistema en particular, sin por ello invalidar el aporte de Sartori.

Un problema de paternidad siempre se ha manifestado en la ciencia política, posiblemente como en pocas disciplinas. ¿Cuándo surgió? ¿En  qué momento le festejamos su cumpleaños? Aquí podemos encontrar la enorme diversidad de concepciones sobre esta ciencia, donde aspectos gnoseológicos se cruzan con cuestiones ontológicas; es en definitiva el punto de partida para poder hablar de la existencia del campo, de su supuesta autonomía y especificidad. En su obra La política. Lógica y método de las ciencias sociales Sartori expresó su concepción sobre la profesión qué el mismo había construido en Italia compartiendo sus propios apuntes de clase como profesor. En esta obra se abordan los temas centrales que hacen al origen de la ciencia política bajo un abordaje histórico pero también analítico-conceptual. Expresa no solo su punto de vista sino su propia trayectoria que va desde la filosofía de la Europa continental hasta su formación como “científico político” adquirida plenamente en la Universidad de Columbia. Las diferentes clases que se transforman en los capítulos del libro dan cuenta de la naturaleza de la disciplina, la construcción histórica de su objeto de estudio y los problemas semánticos que hacen a la adecuada utilización del vocabulario por parte del politólogo. Es una obra majestuosa, compartamos o no algunos de sus puntos de vista. Es increíble como en pocas palabras el propio Norberto Bobbio también intenta dar cuenta de estos temas en los dos vocablos “política” y “ciencia política” del célebre Diccionario de política. Le debemos a estos italianos algunas de las páginas más destacadas de la disciplina; esa tierra del Dante y de Maquiavelo siguió dando sus frutos, posiblemente en parte producto de su específica e intrincada experiencia política.

Pero estos problemas de genética e identidad también se anclan en nuestra propia experiencia, a veces por las vueltas de la vida. Parece mentira que la mirada y concepción de la ciencia política que tuviera Sartori repercutiría de forma muy especial y contundente en la Argentina. Corría el año 1967 y Carlos Floria se encontraba realizando su beca Eisenhower en los EE.UU., lo que le permitió tomar contacto con el politólogo italiano durante una de sus estadías anuales en la Universidad de Colombia; ahí Sartori estaba confeccionando una reforma curricular para la carrera en Florencia, de la cual tuvo acceso y una copia Floria, dos años después al asumir el decanato de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad del Salvador pudo implementar un nuevo diseño articulando el modelo del florentino con el de la Universidad de Lovaina, destacada institución jesuita. Surgía la primera currícula cuyo contenido era esencialmente de ciencia política, con un claro eje teórico-empírico y su articulación con la metodología de las ciencias sociales, haciendo énfasis en el propio método comparado. Un grupo muy importante de futuros politólogos se formaron bajo este influjo, el que posteriormente se transmitiría en el debate alrededor de la creación de la carrera en la Universidad de Buenos Aires bajo la coordinación de Carlos Strasser; no debemos olvidar que la clase inaugural fue dada por Norberto Bobbbio. Esto nos demuestra la fuerte vinculación entre la ciencia política argentina y la italiana. Las recientes discusiones para la nueva reforma curricular en la misma institución revivieron las disputas en torno a qué entendemos por ciencia política presentes en ese puente entre la concepción anglosajona y la europea continental que Sartori utilizó como un crisol bajo su experiencia institucional en Florencia.

¿Tiene alguna “utilidad” la ciencia política? ¿Cuáles son sus vínculos con la propia actividad política? ¿Lo que producimos los politólogos puede mejorar la calidad de nuestras instituciones? Estas preguntan poseen varias respuestas, posiblemente cómo tantas tradiciones y perspectivas existan en nuestra disciplina; pero no fueron evadidas por Sartori; por un lado la importancia de la política comparada nos permite la construcción de un conocimiento con cierta validez que nos presenta los matices históricos y geográficos de las experiencias políticas. Como creador de la Rivista Italiana di Scienza Politica en 1971, la temática de la comparación se hace central en su tierra, lo que años después dará lugar a la publicación de la compilación La comparación en las ciencias sociales, que organizaron junto a Leonardo Morlino, uno de sus discípulos. Esta obra se fue transformando en la principal referencia para introducir a varias generaciones de politólogos argentinos en la metodología comparada. En 1994 va a aparecer Ingeniería Constitucional Comparada, sellando la vinculación entre el diseño de las instituciones políticas, sus eventuales reformas y el conocimiento que puede aportar la disciplina. En los diferentes momentos de nuestra historia reciente, la creación del Consejo para la Consolidación de la Democracia y el intento de reforma constitucional por parte del presidente Raúl Alfonsín; cómo posteriormente la propia reforma llevada a cabo durante la presidencia de Carlos Menem, revivieron en nuestras tierras los grandes debates de la ciencia política en donde Sartori era una de los grandes referentes.

Los senderos de la ciencia política ya en nuestro siglo XXI tuvieron uno de sus primeros ejes de debate a partir de la publicación del artículo “Where Is Politica Science Going?” el cual cuestionaba el sentido que había adquirido la disciplina y el propio autismo en que se encontraba su comunidad científica. Esto despertó una serie de críticas por parte de un grupo considerable de colegas en todo el mundo que no podían creer cómo uno de los propios padres de la disciplina la ponía en duda. Décadas de luchas epistémicas e institucionales para crear un espacio propio dentro de las ciencias sociales y buscar cierto reconocimiento social era interpelado por Sartori. ¿Pero no es acaso el cuestionamiento y la duda la base de la propia actividad científica? ¿Por qué razón no cuestionar a la ciencia política? Sin lugar a dudas el debate iniciado dotó de aires nuevos a la disciplina permitiendo profundizar el espíritu crítico y reflexivo. Años después algunos latinoamericanos volvieron a escandalizarse cuando desde México Cesar Cansino edita una serie de artículos y su libro La muerte de la Ciencia Política el cual es publicado en Buenos Aires por editorial Sudamericana, partiendo de las premisas polémicas del florentino.

Pensar el legado de Sartori, es un ejercicio intelectual que nos lleva a algunos de los aspectos más profundos de la construcción de la “ciencia política en sentido estricto” como podría señalar Norberto Bobbio; pero una disciplina en continuo diálogo con las otras ciencias sociales y con la propia realidad a la que intenta comprender e interpelar. Nuestros interrogantes posiblemente se hayan construido desde una América profunda, enclavada en los Andes Colombianos y producto de los lineamientos de ese Manifiesto de Popayán que comienza a tomar cuerpo en los diferentes estudios sobre la historia de la ciencia política, tratando de desnudar muchas de las relaciones de poder intrínsecas en nuestro campo y que gran parte de los politólogos se niegan a reconocer. Y como tratara de expresar Federico Fellini en E la nave va las luchas dentro del mundo de la ópera no se diferencian tanto de las existentes en la ciencia política; esta obra del cine italiano se estrenó en 1983, otra coincidencia más con las fechas importantes de la política en la Argentina.

 

*Profesor e investigador de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ). Se ha especializado en temas de historia y enseñanza de la ciencia política en América Latina.